El el final del seminario, allí donde para ilustrar alguna cuestión sobre el objeto a Lacan da cuenta del deseo del obsesivo, se "va un poco por las ramas" y pide disculpas por ello, para poner sobre el tapete qué es un ateo, qué es verdaderamente un ateo. Cito entonces: "Me refiero al ateísmo concebido como la negación de la dimensión de una presencia de la omnipotencia en el fondo del mundo".
El ateo, aquí se refiere Lacan a una tragedia isabelina, no es quien niega a Dios en su función de omnipotencia, si que es quien se afirma como alguien que no sirve a ningún dios.
Referencia a una relación de estructura inevitable de un sujeto a un dios al que no debe, exactamente, estar sujeto.
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