- Roland Barthes - Diario de Duelo -
En la frase: "Ella ya no sufre", ¿a qué, a quién remite "ella"? ¿Qué quiere decir ese presente?
...que esta muerte no me destruya por completo, quiere decir que decididamente quiero vivir perdidamente, hasta la locura, y que por lo tanto el miedo de mi propia muerte está ahí, no se ha desplazado ni una pulgada.
A veces, muy brevemente, un momento blanco --como de insensibilidad-- que no es momento de olvido. Eso me espanta.
Camino quiera que no a través del duelo.
Vuelve sin cesar inmóvil el punto ardiente: las palabras que me dijo en el aliento de la agonía, hogar abstracto e infernal que me sumerge /.../.
Duelo puro, que no debe nada al cambio de vida, a la soledad, etc. Rayadura, abertura de la relación de amor.
Cada vez menos cosas que escribir, que decir, sino eso (pero no lo puedo decir a nadie).
Golpeado por la naturaleza abstracta de la ausencia; y sin embargo es ardiente, desgarradora. De ahí que entienda mejor la abstracción: es ausencia y dolor, dolor de la ausencia --¿quizá es entonces amor?
Mi sorpresa --y por así decir mi inquietud (mi malestar) viene de que, a decir verdad, ésta no es una carencia (no puedo describir esto como una carencia, mi vida no está desorganizada), sino una herida, algo que duele en el corazón del amor.
Frío, noche, invierno. Estoy en donde hace calor y sin embargo solo. Y comprendo que será preciso que me acostumbre a estar naturalmente en esta soledad, a actuar en ella, a trabajar en ella, acompañado, pegado por la "presencia de la ausencia".
A cada "momento" de aflicción, creo que es el mismo en el que por primera vez realizo mi duelo.
Esto quiere decir: totalidad de intensidad.
Ahora, a veces sube en mí, inopinadamente, como un globo que revienta: la constatación: ella ya no está, ella ya no está, para siempre y totalmente. Es algo mate, sin adjetivo --vertiginoso porque insignificante (sin interpretación posible).
Dolor nuevo.
Duelo: no aplastamiento, bloqueo (los cual supondría un "lleno"), sino una disponibilidad dolorosa: estoy en alerta, esperando, espiando la llegada de un "sentido de vida".
En el corazón más negro de este silencioso domingo por la mañana:
Ahora sube poco a poco en mí el tema serio (desesperado): ¿a partir de ahora qué sentido para mi vida?
Ya no muchas notas --sino: desgracia-- continuo malestar cortado por desgracias (hoy, desgracia. No se escribe el malestar).
Todo me desuella. Una nada levanta en mí el abandono.
Soporto mal a los otros, el querer-vivir de los otros, el universo de los otros. Atraído por una decisión de retiro lejos de los otros /.../.
Lo irremediable es a la vez lo que me desgarra y lo que me contiene (ninguna posibilidad histérica de chantaje con el sufrimiento, puesto que todo ya ha sido juzgado).
No tengo deseo sino necesidad de soledad.
Aprender la (terrible) separación de la emotividad (se sosiega) y del duelo, de la aflicción (está ahí).
La aflicción, como una piedra...
(en mi cuello,
en el fondo de mí)
¿Escribir para acordarse? No para recordarme, sino para combatir el desgarramiento del olvido en cuanto que se anuncia absoluto. El --pronto-- "ya ninguna huella", en ninguna parte, en nadie. /.../
Como el amor, el duelo sella el mundo, a lo mundano, de irrealidad, de inoportunidad. Resisto al mundo, sufro de lo que me pide, de su petición. El mundo acrece mi tristeza, mi aridez, mi trastorno, mi irritación. El mundo me deprime.
(Duelo)
No Continuo, sino Inmóvil.
No deseo nada más que habitar mi aflicción.
Escribo cada menos mi aflicción, pero en un sentido es más fuerte, ha pasado al rango de lo eterno desde que ya no la escribo más.
No se olvida,
pero algo de átono se instala en uno.
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